Pese a ser hijo de analfabetos, la literatura acompañó a Juan Filloy desde muy joven. Dominó siete idiomas, entre ellos el griego, y fue tal vez el más notable helenista de Argentina. Excelente nadador, consagrado árbitro de boxeo y caricaturista talentoso, se desempeñó como juez en la pequeña población de Río Cuarto, a 200 kilómetros de Córdoba capital, donde transcurrió casi toda su vida. De bíblica longevidad, falleció a los 106 años. Filloy cultivó la novela, la poesía, el ensayo, el relato, el teatro e incluso otros géneros que él mismo hubo de inventar. Campeón mundial de palíndromos, desplegó el diccionario entero en sus libros, acuñó vocablos que no existían y tituló todas sus obras con siete únicas letras. Verdadero adelantado, la importancia de su obra no pasó inadvertida en los círculos más atentos. Sus textos están hechos de sabiduría, coraje, sentido crítico y espíritu ético, imaginación e ironía, y su literatura influyó de manera decisiva en muchos autores, como Julio Cortázar, que lo menciona en Rayuela, y Alfonso Reyes, que lo consideró un fundador. Recibió diversas distinciones durante su vida y fue propuesto al Premio Nobel.

«Todo el mundo es una aldea. De modo que si usted escribe bien, sus libros trascenderán. Lo importante es que escriba con hondura y estilo.» Juan Filloy